domingo, 30 de julio de 2017

"El martes, cuando mueran los fresnos"

Es aquel martes un malicioso camino,
El fuego, el delirio, los árboles sufridos.
Mi vida en las hojas de un mágico silo,
La sobra de un hombre entre tanto destino
Te aterras, me nutro de santos vestidos
Los vientos apagados, los perros, los hijos;
Mi llanto sin rótulo ha saqueado mis ojos vivos.

El pueblo bajo mis codos, la sepultura me ha ungido;
Tus labios envueltos de odio y suspiro,
Son cielos quebrados como he quebrado nuestro nido,
Es pura mi leche como salvado tu vino,
Y al surco festivo de una noche lejana
Ando ciego, sin alma,
Como yaga en su cristo
Que te nombra, al crepúsculo;
Ando amargo, sigiloso, sin sombrero y perdido.

Me acorrala la historia de salvaje atropello
En un tiempo de noche y en un muro servido
Como aves heridas tu vientre atravesado
Con el metal de la luna que se enciende detrás del vidrio;
Ahora muero sin flores al costado de mis costillas
Ni tus lágrimas, ni tu espalda; sólo mi culpa y tu olvido.

El martes, lejos de tu boca taciturna y glucosa profunda;
Se morirán los fresnos.

Por Emanuel N. Soverchia

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