jueves, 4 de enero de 2018

Medea


Era de sombras, la laguna de tus ojos... y de luces tu siniestra alborada. Como un cerro en medio de la planicie, como un todo en medio de la nada...
Era de mares, la timidez de tu calma... y de cielos tu esplendorosa mañana...
Era de azules, el púlpito de tus plegarias... y de feroces mirardas en la niebla apagada. Como ríen los labios de tus noches desnudas; tu piel de miel y cerezas; tu nido entre mi suelta mojada.
Era de crepúsculos tibios y de animales mañanas; era como siempre eras; azul y ensimismada... cada vez que tus lazos de Medea, se acomodan con la dulce transparencia, ondulándose sin versos ni prosa, sobre la plenitud de mi almohada.


Emanuel Nicolás Soverchia

Diciembre Febril

¿Qué dicen mis ojos cargados de río y mar, en la penumbra de tus montañas? ¿Qué vocablos desfilan por las cornisas de mis párpados, humedecidos de alondras y nubes? Una gota de pena se afirma a mi costado herido, cuando el sol ama la noche porque su luna coronada ha aparecido... Una lágrima no se distingue de tu rocío porque el alba perdió su ternura... y en medio de una sinfonía de estrellas acalladas... Un poeta se muere como el crepúsculo busca su tumba entre la nada... ¿Qué lees en mis pupilas cargadas de hastío, en la penumbra de tus recuerdos diáfanos y fríos? ¿Qué palabras desfallecen por las laderas de mis cerros, bañados de golondrinas y viento? Una pena más en mi tango de señores olvidados... una estrofa menos en mis arrabales de veranos... ¿Qué será de mí sin mi llanto, sin mi tierra enmarañada de silbidos, ni la espuma de tu risa; ni mi diciembre febril lleno de espanto?

Emanuel Nicolás Soverchia

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